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09 Jun
09Jun

Tres pueblos. Tres historias. Una pregunta: ¿cuál es el futuro del campo japonés?

Esta semana quiero intentar algo diferente. En lugar de solo contar lo que he visto o hecho, quiero compartir algunas ideas que he ido recopilando. Es principalmente mi opinión asi que este articulo va a ser mas informativo, pero creo que también entretenido!


Ciudades grandes vs. pueblos pequeños: La gran brecha

Este no es un problema exclusivo de Japón. Alrededor del mundo, las grandes ciudades año tras año atraen a las generaciones jóvenes en busca de trabajo, cultura y conexión. En Japón, esto se traduce en que mientras ciudades como Tokio y Osaka crecen a niveles descomunales, pueblos como Ichinohe donde yo habito enfrentan problemas serios en ambitos de disminución poblacional.

Pero algunos pueblos/pequeñas ciudades están reescribiendo esa historia!


Caso 1: Kamiyama, Tokushima — Wi-Fi en lo inhabitado

Kamiyama es un pequeño pueblo en lo profundo de la prefectura de Tokushima, en la isla de Shikoku. No hay Shinkansen (Tren bala), ni Starbucks, ni siquiera estación de tren local.Pero en lugar de ver eso como una limitación, apostaron por lo que sí tenían: naturaleza, silencio y espacio.

Hicieron una apuesta ingeniosa: instalar internet de alta velocidad en medio del literal bosque y la montaña. La meta: convertirse en un centro de trabajo remoto. Logrando asi que startups creativos y hasta grandes empresas se mudaran a la región.Y funcionó!

Después abanderaron al arte como motor de cambio. El pueblo inició residencias artísticas que dieron lugar a murales, instalaciones y colecciones privadas que incluso hasta el dia de hoy son solo accesibles para los residentes.

Es una mezcla de innovación e intimidad: un programador de Tokio y una escultora de Osaka pueden compartir una cafetería en un bello espacio de la montaña rodeados de naturaleza.


Caso 2: Iida, Nagano — Títeres y participación

Iida, en las montañas de Nagano, eligió otro camino: la cultura. Esta ciudad es sede del festival de teatro de títeres más grande de Japón, que atrae artistas y visitantes de todo el mundo.

Hay funciones en parques, escuelas y teatros, y todo el pueblo se involucra. Lo poderoso de Iida es que la cultura no es solo decoración, es estrategia.

El festival se integra a la educación: los niños aprenden a través de los títeres, y los artistas ayudan a dar forma al pueblo.Tambien crearon intercambios internacionales y fomentaron la participación ciudadana activa en la toma de decisiones. Un recordatorio de que la identidad cultural no es solo herencia: también puede ser una herramienta para el cambio.



Caso 3: Yusuhara, Kōchi — Paneles solares y templos de madera

Más al sur, Yusuhara en la prefectura de Kōchi me sorprendió con su enfoque doble: sostenibilidad y belleza.

El pueblo invirtió en energía hidroeléctrica, solar y eólica para lograr la independencia energética. Y al mismo tiempo, trabajaron con el arquitecto Kengo Kuma para construir edificios públicos de madera espectaculares, que reflejan la tradición forestal local y fortalecen la industria maderera.

¿El resultado?Un pueblo que parece sacado de una película de Ghibli: ecológico, hermoso y profundamente conectado con la naturaleza.


¿Y qué hay de Iwate? ¿Qué tal Ichinohe?

La prefectura de Iwate es conocida por sus magníficas costas, bosques profundos y antiguas raíces culturales. Pero para quienes viven en las ciudades, suele parecer “demasiado lejana” o “demasiado tranquila”.

Y, sin embargo, Iwate guarda algunos de los tesoros culturales y ecológicos más impactantes de Japón: los templos de Hiraizumi reconocidos por la UNESCO, la costa de Sanriku, tradiciones únicas difíciles de encontrar en otro lugar entre otros tesoros.

Ichinohe, donde yo vivo, es una de esas historias.

A diferencia de Kamiyama o Yusuhara, Ichinohe es accesible: solo a dos horas de Morioka en tren o coche. Tenemos un cine de la era Showa (finales de los 50"s), una pista de esquí en Okunakayama INCREIBLE, y el Jōmon de Goshono, donde la arqueología se mezcla con eventos comunitarios, que por cierto tambien es herencia de la humanidad (UNESCO).

Las tradicionales danzas kagura o los festivales de otoño, no son solo espectáculos: siguen vivas tras centenas de años. Y aquí hay algo aún más increíble: Ichinohe produce el doble de la energía que consume, gracias a la biomasa y la energía eólica. Ah? Eso es prácticamente inédito en Japón y casi nadie lo sabe.


¿Cómo podría ser Ichinohe en diez años?

Creo que el futuro de pueblos como Ichinohe no vendrá de planes impuestos desde arriba, sino de la gente, la cultura y la imaginación valiente.Ya tenemos los ingredientes: energía limpia, herencia cultural, naturaleza accesible y una comunidad unida.

Ya tenemos los ingredientes: energía limpia, herencia cultural, naturaleza accesible y una comunidad unida. Lo que falta es el tejido que los conecte: una visión compartida que una lo tradicional con lo nuevo, y que invite tanto a locales como a recién llegados a soñar juntos.

¿Qué pasaría si Goshono no solo fuera un sitio histórico, sino también un lienzo para artistas y narradores?¿Qué tal si la montaña de esquí albergara festivales de arte en invierno o retiros en la naturaleza?¿Y si lleváramos la creatividad del kagura y matsuri a nuevas formas como arte urbano, festivales gastronómicos, cine al aire libre o residencias de diseño?

Ichinohe no necesita convertirse en Tokio. Ni siquiera en Kamiyama. Solo necesita convertirse en más Ichinohe: más fuerte, más orgulloso y un poco más valiente. El campo no tiene que significar decadencia. Puede significar reinvención. Y tal vez asi, el próximo capítulo de Japón no comience en los rascacielos, sino en las sombras de las montañas.

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