15 Apr
15Apr

Bueno, mi nombre es Luan, ¡hola! Soy colombiano, nacido y criado en Bogotá, una ciudad super caótica y desordenada, pero rodeada de montañas, cultura y, sobre todo, llena de mucha vida. He tenido la suerte de darle la vuelta al mundo dos veces, y ahora me encuentro viviendo en Ichinohe, una pequeña ciudad en la prefectura de Iwate, al norte de Japón. Cada día que paso aquí aprendo cosas nuevas y me siento más conectado con la región y su gente. No exagero cuando digo que estoy enamorado de este rincón del mundo ^^!

Resumiendo un poco mi historia: después de que el COVID-19 llegara a Colombia y durante el confinamiento, logré graduarme de la universidad en medio de ese caos, y fue entonces cuando decidí que quería construir mi proyecto de vida en Japón. Como muchos, mi primer acercamiento con Japón fue a través del anime, pasando horas obsesionado viendo series en la compu, intentando dibujar personajes y soñando con mundos que, aunque animados, despertaban en nosotros una curiosidad muy real. Pero fue desde la pandemia que me dediqué con mucha más entrega a aprender el idioma japonés, su cultura y su gente.

A eso de mediados de 2023, hice mi primer viaje de exploración por Japón con la intención de conocer lo más que pudiera de la zona central y occidental, porque quería reservar la zona norte para después. Japón, como muchos sabrán, es un país increíblemente fácil de recorrer, con una red de trenes eficiente y ciudades que guardan sus propias joyas escondidas. Desde las grandes como Tokio, Osaka. Hiroshima, Kobe pero incluso hasta las pequeñas ciudades como Takamatsu, cada lugar tiene algo precioso y de cada uno de los lugares que visite, aprendí algo.

Luego, a finales de ese mismo año, me mudé a Morioka, la capital de la prefectura de Iwate. ¿Por qué Morioka? Porque mi corazón ya estaba puesto en el norte del país incluso antes de venir. Esta región, conocida como Tōhoku, no solo fue el hogar de la primera persona japonesa que conocí (mi profesora de japonés), sino que había algo auténtico que me llamaba cada vez más la atención cuando mi maestra me contaba historias y me mostraba sus festivales y eventos.


Luego de haber estado al rededor de ya dos años, puedo decir que es una region que aunque bastante menos concurrida que otras partes de Japon, es una region absolutamente llena de historia, de cultura, de belleza en la gente y huellas escondidas. Durante el año y medio que viví en Morioka como estudiante, tuve la oportunidad de visitar pueblos cercanos, y tambien de otras regiones, participar en festivales, probar frutas locales, conocer lagunas que parecen dragones y aprender a apreciar los silencios del satoyama. También tuve que enfrentar desafíos como ser uno de los pocos latinoamericanos en la región y comunicarme en un entorno donde el inglés casi no se habla y aun menos espanol. Pero todo eso me hizo crecer.

Cuando mi programa como estudiante terminó, no quería regresar. Así que, apoyado por los lazos que había creado, comencé a buscar oportunidades laborales. Fue entonces cuando conocí el programa llamado 地域おこし協力隊 (Chiiki Okoshi Kyōryokutai), o “Equipo de Cooperación para la Revitalización Regional”. A través de este programa, me uní a un proyecto enfocado en la promoción del turismo y el desarrollo local. Y así fue como llegué a Ichinohe.



¿Por qué elegí esta ciudad? Más allá de lo lógico, hubo algo emocional. Como mencioné antes, crecí rodeado de montañas, e Ichinohe me ofrecía esa misma sensación de cobijo. Además, tener un geoparque reconocido por la UNESCO a pocas cuadras de casa, caminar entre la historia de la arquitectura local, descubrir leyendas que sobreviven en la memoria de sus habitantes, respirar aire limpio y beber agua fresca todos los días... todo eso hizo que me sintiera en casa desde el primer día.
Desde que llegué, no ha pasado un solo día sin que algo me sorprenda: la energía de los festivales en verano, el rojo intenso de los arces en otoño, el renacer de los campos en primavera… Ichinohe no es un lugar famoso, pero quizás por eso se siente tan real.


Y en este blog, quiero compartir con ustedes esa realidad: lo que veo, lo que aprendo, lo que vivo. En futuras entradas planeo hablar de los festivales, de cómo llegar hasta aquí desde Tokio u Osaka, de las pequeñas aventuras cotidianas, de los paisajes, y de las personas que hacen que Ichinohe, para mí, ya no sea un punto en el mapa… sino un hogar.

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